sábado, 16 de octubre de 2010

MARIPOSA DE UNA MAÑANA - PARTE 1

Hubiera querido que suceda de otra manera o en otro momento de mi vida. En otro contexto. No. El maldito destino del orto quiso que suceda ahora, no cuando yo quise, sino cuando a ÉL se le dio la gana.
-Hola ¿ya me estás esperando? Se atrasó el colectivo, bancame diez minutos que ya llego, el tránsito está endiablado-
-Dale ¿te pido algo?-
-Cuando llego pido yo, gracias por la atención- este encuentro se está produciendo demasiado tarde; ahora que la historia con ella es historia juzgada (no con quien me voy a encontrar: no se abalancen, ya sigo) al fin me encuentro con la silenciosa espectadora de mi silencio cobarde y tormentoso.
Me trae a la realidad una ambulancia en plena carrera loca. Miro a la esquina y se detiene el 141; ahí baja ella, acelera el paso y me reconoce entre los pocos parroquianos.
-Chris, cómo estás tanto tiempo perdido!!! Dame un abrazo-
-Hola Moni, te extrañé tanto...- nos abrazamos. Me mira a los ojos sabiendo todo.
-Sos un tarado Chris ¿por qué te quedaste callado? estaba todo bien entre ustedes y la embarraste feo-
-Me dí cuenta tarde de lo que sentía-
-¿Tarde? ¿estás hablando en serio?- ya nos sentamos, acomodamos, Mónica pidió Pepsi, apagamos los celulares para que no interrumpan y quedamos cara a cara.
-Sabía lo que me pasaba, pero fue más fuerte de lo que pensé. Estoy destruido flaca, ya no hay más nada que hacer- agaché la mirada.
-No Chris, ante la muerte no hay más que hacer, para lo demás siempre hay algo-

Recuerdo esa noche. Estaba fastidiado del griterío del aula. Me sentía encerrado en un nido de cotorras. El profesor ya tendría que estar dando la primera clase. Y apareció sin decir palabra. Ese silencio retumbó más que todos los murmuros juntos. Se acomodó no muy lejos mío. ¿Me habrá visto?
-Uhhhh, mirá qué hermosa rubia nene, es una muñeca- me dije. Su carita transmitía tanta seguridad y sus ojos emanaban una energía extrañamente contagiosa, la delicadez de sus movimientos: delicadez y firmeza, qué equilibrio. Pasé toda esa semana colgado con esa chica, y para mi cotidianeidad, la imaginaba inalcanzable.
-Una mina así jamás se fijaría en un mamarracho como yo, tiene todo lo que me gusta del sexo femenino. Y porque tiene todo, no tengo nada para ofrecerle- ¡vaya optimismo!

-No flaca, en este caso no hay retorno. Ella eligió y yo perdí-
-Chris, por favor, basta de pensar así. Cuando hablamos anoche por celular, te juro que dijiste exactamente lo que esperaba que digas de Anto. Pero al mismo tiempo, que lo hayas dicho me sorprendió. No solo por lo que sentís por ella, sino por cómo lo dijiste-
-Es como digo, todos se daban cuenta, ya no podía seguir haciéndome el boludo-
-¡Si te hubieras visto a un espejo cada vez que estaban juntos! te brillaban los ojitos-
-Soy realmente idiota...-
-No te culpes, cualquier hombre se enamoraría enseguida de Anto con conocerla un poquito-
-Como yo...-

Esas primeras clases me distraje un poco. La miraba prestar atención y volaba. En lo único que pensaba era en tomar valor para acercarme y hablarle. Pero me frenaba. Y nada. Clase a clase siempre lo mismo. Una vez, llegué tempranísimo. Me senté en la entrada a esperar a que termine la clase anterior, me acomodé en el piso y saqué el libro que estaba leyendo en esos días para avanzarlo un poco (un autor brasileño, es lo que recuerdo) cuando la vi llegar. Le presté atención un poco más. Ahí descubrí que se trata de una mujer sencillita. Y que físicamente no está naaada mal. Se quedó parada muy cerca mío. Se acercó una compañera y se pusieron a hablar de bueyes perdidos cuando no sé por qué dijo su nombre.
-Ah, yo me llamo Antonella-

domingo, 10 de octubre de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 7

Pasé la noche en vela.
Ni siquiera me tomé la molestia de llamar a mi trabajo para avisar que no quería ir. En verdad me importaba un cuerno el futuro de mi vida. A esta edad, sin pareja, sin hijos, sin conocer el sabor de la familia propia... no, no soy un veterano solterón; sólo diré que crucé la barrera de la segunda edad, la treintena, tres por diez más otro añito, treinta y uno. Desde que la susodicha Carolina irrumpió en mi lastimosa vida, sin saber ella por supuesto mi pasado, se agravó mi arena movediza. Arena movediza, hermoso término para adjetivar mi existencia. Tanto dolor, tanta negación sistemática, tanta carencia de amor, que no tengo dentro mío un jardín; no señor, es un desierto, el desierto de Atacama. Qué puede saber la pobre Carolina, si esa noche fue todo ella, ni se mosqueó en saber algo de mí más que mi nombre, mi carrera de Bibliotecología, mi edad y mis tragos favoritos.
Miro el reloj. Siete de la mañana. Cierro los ojos para fantasear con ella...

Creí retosar un ratito. ¡Las cuatro de la tarde!
Me levanto sobresaltado, me cambio y nunca me pregunto por qué reacciono así a veces, atino a buscar la primera ropa que hallo. Tomo la billetera (ya con poca plata) y corro a la parada del 106. Luego de bajar en Caballito y caminar en trance a la facultad me cruzo con aquella amiga.
-Hey Javier, volviste a cursar!!!-
-¡¿La viste a esa putita de mierda?!- se asustó.
-Calmate un poco, yo te avisé, no pierdas los estribos por favor-
-¡¡Vos sabés dónde está, decime, daleeeee!!!-
-¡¡Soltame, me vas a lastimar el brazo!! ¡¡la campera, animal!!-
-Por favor- ya lloraba, más tranquilo.
-No la busques más, te va a agarrar una recaída...- me susurró. A esta altura se arremolinaron varios chicos a la expectativa.
-Permiso, este salame me busca a mí- entre todos los curiosos, se asomó la cabeza colorada.
-Caro, cortale el mambo- le dijo Guadalupe.
-A ver nene, a ver si entendés un poquito: nadie es dueño de esta argolla, y vos no estuviste ahí que yo sepa- trató de intimidarme y logró que todos los chusmas se rieran cuando efectivamente con su mano izquierda se agarró su zona íntima.
-Loser, quién va a querer coger con vos, si das lástima, mirá esa facha, sos una lombriz mutante-
Estallaron las risas. Ahí yo, en medio de la masa. La miré a los ojos y agaché la vista a la calle. Carolina se reía con ganas. La amiga estaba dura, intuía alguna reacción mía.
-Vamos colo, mejor rajemos de acá, yo lo conozco...-
-¿Ah, sí? No pierdas el tiempo, si es una mierdita, seguro que es puto- ya no me contuve más...
-¡¡AHORA VAS A VER QUÉ PUTO SOY!!- agarré un pedazo de baldosa floja del piso y con la otra mano la cacé de los pelos. Acá todos quisieron venirse al humo. Los gritos de Caro no hicieron otra cosa que desquiciarme.
-¡¿Por qué no gritaste así en el telo ese día?!-
-¡¡Llamen a la cana, me va a matar!!- enseguida alguien (seguro) marcó el 911. Nadie se animaba a acercarse a separarnos. Nos rodeaban azorados.
-Dale, repetí de nuevo todo-
-Pará enfermo, soltameeee!!!- cuando dijo esto le pegúe un rodillazo en la costilla. Ya no respondía por mi mismo. El grito de dolor que dio me quedó marcado de por vida.
-¡¡Por qué no dijiste que sí, maldita, lo único que quiero es amar!!- me dispuse a darle el baldosazo. Ahí me dijo todo lo que les conté al principio y no recuerdo más nada de nada. Entré en trance neurótico y no desperté quién sabe hasta cuándo.

Volví en sí alguna vez.
Jamás me dijeron cuánto tiempo estuve colgado. Al despertar me encontré rapado y encerrado en el pabellón de psicóticos peligrosos. Cuando tomé conciencia de lo que hice fue tarde. Aparentemente me darán perpetua por mi estado mental. El juez parece que me considera un tipo demasiado peligroso para andar libre. Un enfermero me dijo que pasaron unos cinco meses desde que llegué ahí.
-¿Cinco meses?-
-Das miedo macho, estuviste hecho un zombie. Comías, cagabas, meabas, hablabas en trance. ¿Recordás algo de lo que hiciste desde que llegaste?-
-Lo último que hice fue darle un cascotazo en la cabeza a Carolina-

Raro. Tengo lapsos de lucidez y parezco una persona sana y normal. En el medio sufro estos ataques de inconciencia conciente que cada vez son más frecuentes. Como esta vez maté a una persona, los médicos coinciden en que ya ni puedo soñar con andar libre por ahí. Y como encima, el fantasma de ella me persigue y hostiga todas las noches, mi salud está colgando de un hilito descosido.
Algún que otro amigo me visita. Una vez vino esta amiga de la facultad, y me pidió perdón por no cuidarme, por no hacerme entender que era un riesgo para mis delicadas neuronas una mujer así.
-No te castigues más, Guada, no la justifiques, yo no tuve que hacer lo que hice, no te disculpes de nada-
Con los años las visitas se esfumaron. Y los lapsos de lucidez son cada vez más escasos.
Hasta que un día uno de los doctores que me sigue de cerca, tuvo una idea: para que acepte la muerte de mi amada (y probar si así, los ataques neuróticos nocturnos cesan) decidió llevarme al cementerio británico... custodiado por supuesto.
Así fue que volví a visitarla. Y pude regalarle esas flores que siempre quise regalarle.

Cada tantos meses, me llevan de paseo. Y al ver la inscripción que dice "Carolina Murdoch - 1979/2004" juro que me arrepiento de ser un pobre enfermo. Aunque despotrique sin sentido.

FIN.

miércoles, 6 de octubre de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 6

Bien, ese domingo me levanté a eso de las diez. El diariero ya me trajo La Prensa. Desayuné opíparamente y leí el dominical. Salí de casa y caminé sin apuro hasta Lope de Vega. Qué tranquilo es Versalles el domingo a la mañana. Llegué a la parada del 53 y a la hora llego a la casa de mi primo. Pasé una bonita tarde.
-¿Estás mejor de tus rayes? ¿seguís viendo al terapeuta?-
-Religiosamente, Hugo. Religiosamente-
Pedazo de idiota, si supieras que solamente fui a tratar de sacarte el 38 y no me diste ni la menor chance ¡forro!.

Volví a casa a eso de las 5. Estaba al pedo. No hay futbol, no hay películas buenas, no hay una reverenda mierda para hacer. Vuelvo a salir, camino rumbo a la General Paz por Nogoyá. Veo venir un 47 y por instinto le hago seña. A veces no entiendo mis actos. Saco el boleto y todo se me vuelve blanco. De repente vuelve a mi cabeza Carolina; recuerdo su sonrisa y esa mirada prostibularia del sábado ese en la milonga. Esa mirada prostibularia al chongo ese en Once. Por puro silogismo deduzco que tiene actitud prostibularia.
Pelotudeces que se me ocurren...
El 47 llega a Segurola. En un flash toco timbre y me veo en la vereda. Del bondi todos miran y se ríen de mí.
-Ah, me confunden con uno de la farándula, siempre lo mismo- le digo a unos pibes que estaban tomando cerveza y los saludo. Los escucho reírse.
-Estos pendejos no respetan a nadie- ¿para qué bajé? uh, el 85, lo corro. Bajo en Primera Junta. Estoy a la deriva, me duele la cabeza, mañana hay que laburar, adónde voy, dónde estoy... uf, bajo a tomar el subte, me mareo, qué me pasa, Carolina por favor salvameeeeee!!!!!!

Esta búsqueda estéril por donde se la mire está hipotecando mi sistema nervioso; me siento en el vagón y miro a la gente. Recompongo mi estado. Todos me miran como si fuera un marciano. El subte inicia su marcha. Al llegar a Río de Janeiro conicide con el que va para Carabobo. Será cosa del destino o fue mi imaginación, la cosa es que esa cabellera volcánica estaba justo frente a mí. Se da vuelta...
-¡¡¡Caro!!!- fue mi grito espontáneo. La pelirroja me miró, se rió y me sacó la lengua. Saludó y el tren arrancó. Empecé a los golpes, casi parto el vagón de madera al medio. Como corolario terminé en la comisaría por desorden en la vía pública.
-Pero esa chica me está quemando el cerebro, oficial, no doy más, por qué no me ayudan a encontrarla ya que tienen la base de datos, es Carolina Murdoch...-
-A usted lo está quemando la pastillita que toma, Sr. Ruiz. No sea boludo y piense, que si sigue así le vamos a hacer una camita en el Borda-
-Yo no estoy loco!-
-Je, lo mismo dijo Adolfito hace 70 años-
-No estoy loco-
-Está bien , la loca es esa loca que lo tortura, váyase a un burdel y gárchese una puta, está pasado de calentura hombre, y la próxima se queda una semanita acá adentro. ¿entendió?-
-Gulp!-

Salí hecho un satanás. Me juré buscarla hasta encontrarla y violarla en medio de la calle si era necesario. Nena, con Javier Ruiz nadie se mete...

jueves, 5 de agosto de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 5

Toda esa semana estuve perturbado. Pedí licencia por enfermedad en el laburo y me dediqué a sentarme unos diez minutos en cada plaza que se me cruzaba por mi vagar errante por la ciudad. Arranqué por los bulevares de Juan B Justo y Lope de Vega a las ocho menos cuarto de la mañana y les juro que perdí noción del tiempo y el espacio de mis pasos; recuerdo que aparecí en la Torre de los ingleses a las siete y media de la tarde con cinco hambres juntos y medio deshidratado. El sol de mayo ya no existía; la noche estaba pidiendo permiso y me metí en la primer pizzería que hallé y me bajé dos grandes de muzzarella solo y bastante pomelo.
Busqué la parada del 106 para volver a casa cuando divisé la parada del 7...
-¿Y si tomo el bondi que tomó Carolina aquella noche?- subí nomás al colectivo blanco y, por esas boludeces que me atrapan, bajé en Plaza Miserere. Me aturden los lugares demasiado transitados. Odio esa repugnante plaza. Llena de lucradores de la palabra de Dios, prostitutas latinoamericanas de toda nacionalidad, carteristas de mala muerte, obreros sudorosos y vulgares... me asfixia tanta ordinariez humana. Me paré en la parada del 19 y empecé a reírme solo de ese circo grasiento; pero justo paró un taxi y al carajo la risa: veo dos piernas demasiado familiares bajando en compañía de otras piernas nada familiares y más viriles. No me vieron. Cuando veo asomar esa cabellera volcánica a las risotadas con otro macho entré en convulsiones internas.
-No puedo, no puedo, no puedo... puta barata, puta barata, puta barata- era ella que se fue junto a su acompañante por Rivadavia, cruzaron la plaza y se metieron al cajero del Banco Nación. Nueve de la noche. Salen a los lengüetazos y Carolina que le mete la mano en la poronga. El puto de mierda que se la apoya toda (seguro es puto y seguro quiere hacerse heterosexual justo esta noche) y cruzan Catamarca y siguen hasta Urquiza. Sí, adivinaron, los seguí porque ante tanta obscenidad adelante de todos en la calle terminaba con un lujoso 69 en el primer telo de Balvanera que encuentren ¡seguro eh!.

Así fue. Casi llegando al hospital Español se metieron y me quedé como pajero enfrente. Empecé a hacerme la cabeza con las cosas que le haría a ese salame y con lo que estaría dispuesta a hacer. Seguro se la traga entera, le gusta por el culo, que le acaben en la lengua, que le metan tres dedos como el Chelo Delgado... pasaron dos chicas y al verme salieron a las corridas. Tardé en reaccionar. Miré a mi pelvis y estaba todo mojado.
-Puta que lo parió, estoy re lechoso, me tengo que ir a casa, pero esta perra me la va a pagar-
Volví a Rivadavia y en el primer bar me metí, pedí café y me fui al baño. Me limpié la guasca del calzoncillo, del pantalón y busqué la primera parada de cualquier colectivo que me lleve a Liniers al menos. Pasó un 2 y lo tomé.
Ya en casa estallé de furia. Pero a las 3 horas de crisis nerviosa, me senté en la mesa y tomé un cuaderno; de a poco comencé a bocetar la manera de hacerle pagar a esta yegua haberme enloquecido por un pelo de concha.

Recordé tener un primo policía. Lo llamé y acordé ir a visitar a su familia el siguiente domingo.
-Me hago el boludo, le afano un chumbo y chau colorada-

domingo, 9 de mayo de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 4

-Son un soberano demente ¿lo sabías?- me hablaba en voz altísima. Un par de personas que esperaban el 55, el 92 y el 126 se cagaban de la risa. Alguno (creo) amagó con llamar al 107 porque estaba con el pulgar en el teclado de su celular... crucé Directorio y... no sabía qué hacer...
-¿Qué calle primero?- giré sobre mi eje y la impotencia me aplastó los hombros; di algunos pasos por Avenida Olivera y quise empezar por preguntar a cualquier transeúnte por Carolina. Divisé un puesto de diarios.
-Por qué no empecé por ahí, seguro que la conoce!!!- aceleré el paso y el pulso. Casi al llegar esa impotencia me tomó de los hombros de nuevo y me clavó en la vereda; hice el ademán de sacarme una mano de encima y llegué.
-Buen día-
-Sí, joven ¿Clarín, Nación, Página, Crónica?-
-Nooo, a Carolina, una pelirroja así de alta, flaca, con rulos, sonrisa de dentista, buenas tetas...-
-¿Estás mamado, no? ¿o te diste un virulazo?-
-No, no estoy nada de eso, estoy desesperado por Carolina. Vive por este barrio ¿la conoce?-
-Esteeeee, te fugaste del Borda ¿no?-
-Ella me enloqueció!!!-
-Nene, preguntale a otro, me ponés nervioso-

Caminé por las calles unas dos horas y media. Sin resultados, obvio. Decidí seguir por Olivera hasta Rivadavia. Desde ahí, cruzar las vías hasta Gaona y tomar el 106 a casa. Llegué hasta la barrera del Sarmiento. Tin tin, tin tin, venía el tren desde el oeste. Siempre me pongo a mirar a la gente que viene en los vagones, me causa intriga ver tantas caras desconocidas. Pasa el primer vagón, el segundo, hasta que en el tercero un rayo me quema la cabeza: Carolina con una amiga paseando, en otra cosa. Tomé Yerbal y a las corridas me dirigí hasta la estación de Floresta, con el corazón atragantado en la garganta. Subí las escaleras empujando gente y solamente así descubrí que no bajó ahí.
-Conchuda hija de putaaaaa!!!!!!!!! ¡¡¡¡te voy a dar tomarme por tarado a miiiiiii!!!!!!!- el guarda se acercó y quiso calmarme. Le expliqué a grandes rasgos lo que pasaba
-Algunas minas son así, cómo decirte.... complicadas. Buscate una menos dificil-

A los veinte minutos estaba sobre el 106 rumbo a mi casa, con los ojos rojos y las sienes en estado de fisión. El chofer estaba escuchando a Sandro. Los versos de Así me retorcijaban los intestinos y tuve que bajar. Mejor espero al bondi de atrás. Subo y este chofer estaba escuchando Serú Girán. Al reconocer Viernes 3 AM no aguanté, a las cuatro cuadras tuve que bajar... eso me decidió a caminar el resto del recorrido. Casi a las siete de la tarde llegué. Me derrumbé en la cama y largué las lágrimas como un nene que pierde su autito preferido.
-¡¡¡Maldita conchuda del ortoooo!!!- el velador se hizo añicos contra la pared.

domingo, 14 de febrero de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 3

Llegó el 106, saqué las monedas y subí. A medida que el bondi atravesaba las calles, volví a la realidad. ¿Qué me pasaba por la cabeza? Me sentía como Cenicienta escapando del palacio. El Mercedes Benz, tal vez mutaba en calabaza y Carolina no sería más que la creación de uno de mis sueños. Miré a mis pies: tenía los dos zapatos puestos.
-Si fuera Ceniciento no me encuentra más- Ja...ja...
A eso de las 7 y cuarto llego a la esquina de casa. Bajo y camino con el sol cocinándome los ojos, abro la puerta, me saco la ropa, abro la ducha y al agua pato. Rebobino al baile, los roces, las apoyadas, los quiebres y a la mierda con todo. El beso arrebatado y basta ya, unas manoseadas y la convulsión seminal; me siento en la ducha y la imagino en cuatro.
-Hija de mil... hiciste lo quisiste conmigo-

Pasaron algunos días y no me contestaba los mensajes, la llamé de una vez por todas y la sorpresa: el número solicitado no corresponde a un abonado en servicio. Ocurre que al terminar las clases en la facu, no había más punto de encuentro. ¿Todo fríamente calculado? Pasó enero, febrero, y otra vez a buscarla en los pasillos. No, no es posible que se la haya tragado la tierra. Encima ni el correo le pedí. No tenía idea de dónde buscarla, empezar por los lugares que fuimos es imposible, jamás repite los caminos.
-Odio las repeticiones, jamás hago dos cosas idénticas-
Dí vueltas por todas partes. Estaba enfermándome de ganas de verla y ella... ella desconociendo mi desesperación, mi obsesión por esos ojos verdes y esos rulos incandescentes, esa cintura firme y esas pecas lujuriosas. ¿cómo pudo Carolina jugar así conmigo? Llegó marzo, abril, las clases se suceden y no hay rincón donde el milagro se dé. ¿Acaso se recibió y no me lo dijo? ¿perdió el celular esa mañana y la juzgo mal? ¿o me esquiva como sea? ¿cambió el número para que no la encuentre? ¿se fue a Irlanda? ¿se murió? ¿se mudó? ¿me tomó por boludo? ¿fui otra presa de su colección de hombres cazados? ¡¡¡que alguien me responda!!!

A la salida de un teórico (sin hablarle a nadie, como casi siempre) creí reconocer una cara; me acerqué. Sí, era una amiga de Carolina. Le pregunté qué hizo con su vida, dónde se metió en estos 4 meses sin noticias suyas.
-Ah, debés ser Javier. Mejor no te acerques a Caro, hace siempre lo mismo, te hace probar el dulce y te deja sin torta-
-Pero es distinto conmigo, lo sé-
-No seas necio, no la busques, para ella todos son lo mismo, un pedazo de carne-
-¿Dónde está, cómo la encuentro, dónde vive?-
-Ufff, Parque Avellaneda, es todo lo que sé-
-Ahhh, por eso tomó el 7, y yo que creí que iba hasta Once-
-Hacé lo que quieras, yo te avisé, te va a lastimar-
No me importó nada. Buscaría calle por calle, casa por casa hasta dar con Carolina. Al domingo siguiente fui con el 106 hasta Liniers. Crucé las vías y esperé con paciencia el 104. Era la única forma de ir a Parque Avellaneda desde ahí. A medida que atravesaba Liniers, Mataderos, mi ansiedad subía. Al llegar a la Avenida Directorio el corazón me saltaba y sudaba a mil. Cuando al fin llegué a la esquina de la Avenida Olivera y bajé, caí en la idiotez de mi idea.

martes, 5 de enero de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 2

Le hice caso. Medio mareados por la cerveza artesanal de ese bendito pub de la calle Reconquista, paró un taxi.
-Llévenos a una milonga, tengo ganas de bailar tango-
-Como diga señorita. ¿acaso es extranjera usted?- le espetó el tachero.
-Ambos, yo soy más irlandesa que él-
-Pero maneja muy bien el castellano-
-Y... mi tío bisabuelo se vino a vivir acá hace muchos años y tengo mi familia argentina, vengo todos los años- la escuchaba a Carolina y me aguantaba la risa... le presté atención: pelirroja con rulos, pequitas, ojos verdes, piel blanquísima, y una figura terrible.... la altura ideal diría (1,69) ¿cómo podía estar justo yo al lado de semejante hembra? ¿qué me vio? Se puso a hablar de lo lindo con el tachero y yo, miraba las veredas sin oir la conversación. De repente frenamos. Pagó ella y me dijo que bajemos.
-Che, nene, ni una palabra-
-Odio hablar con los taximetreros-
-¿taxiqué? hablame en criollo!!!-
-¿Criollo, y te hacés la irlandesa?-
-jajajajaja, sos un boludo, me gusta jugar así con la gente. Dale, vamos a bailar un poco-
-¿Y tango? no sé bailar esto-
-Yo te enseño, total tenés que apoyarme toda- oí esto y se me quemó el cerebro. Entramos y había gente de toda edad. Los bandoneones de la música de Di Sarli atronaban el salón. Me tomó de las manos y pidió a uno de los mozos que nos saque una foto. Se acomodó cual bailarina y se me tiró encima. Amagué robarle un beso. Nos atacó el flash y salió de la pose.
Me llevó a la pista sin perder tiempo y empezó el papelón. La paciencia de Carolina fue infinita. Me marcó los pasos y para mi asombro, pude hacer unos pasos decentes; claro que, los demás habitués se cagaron de la risa de lo lindo primero, y luego, al ver mi tozudez por sacar un paso, se solidarizaron y los hombres hasta me enseñaron cómo agarrar a la compañera.
-Así, pebete, con ganas, hacé de cuenta que la tenés en la amueblada!- me dijo un señor bastante mayor que estaba con su esposa. Caro lloraba de la risa.
-Amueblada... te falta mucho para llevarme ahí- me dijo al oído.
Nos movimos de lo lindo y debo decir que fue una experiencia muy loca y original. Ni sospeché que le gustaba tanguear, ni por asomo da ese perfil.

A eso de las 5 y media decidimos irnos. Tomamos otro taxi y fuimos para Retiro de nuevo.
-Bueno, acá me despido, la pasé muy bien con vos. Viste, al final aprendiste a tanguear!!!-
-¿Ya te vas?-
-Son casi las 6, ya es de día-
-Pero...- y ni dudé. La tomé como en la milonga y con un quiebre de cintura la besé. No opuso resistencia. Me clavó las uñas en la espalda y hasta me lamió la oreja.
-Esto está fuera de los planes, no pensarás que vamos a coger ¿o sí?-
-¿Y qué dijiste de la amueblada?-
-Noooo, te falta mucho Javi, mejor cada uno a su casa-
Se me fueron las ganas de seguir de yira. Sin decir nada le di un beso pero en la mejilla. Caminé hasta la parada del 106 y me volví para Versalles, donde vivía en ese entonces. Carolina ni me siguió. La ví tomar el 7 y chau.