domingo, 10 de octubre de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 7

Pasé la noche en vela.
Ni siquiera me tomé la molestia de llamar a mi trabajo para avisar que no quería ir. En verdad me importaba un cuerno el futuro de mi vida. A esta edad, sin pareja, sin hijos, sin conocer el sabor de la familia propia... no, no soy un veterano solterón; sólo diré que crucé la barrera de la segunda edad, la treintena, tres por diez más otro añito, treinta y uno. Desde que la susodicha Carolina irrumpió en mi lastimosa vida, sin saber ella por supuesto mi pasado, se agravó mi arena movediza. Arena movediza, hermoso término para adjetivar mi existencia. Tanto dolor, tanta negación sistemática, tanta carencia de amor, que no tengo dentro mío un jardín; no señor, es un desierto, el desierto de Atacama. Qué puede saber la pobre Carolina, si esa noche fue todo ella, ni se mosqueó en saber algo de mí más que mi nombre, mi carrera de Bibliotecología, mi edad y mis tragos favoritos.
Miro el reloj. Siete de la mañana. Cierro los ojos para fantasear con ella...

Creí retosar un ratito. ¡Las cuatro de la tarde!
Me levanto sobresaltado, me cambio y nunca me pregunto por qué reacciono así a veces, atino a buscar la primera ropa que hallo. Tomo la billetera (ya con poca plata) y corro a la parada del 106. Luego de bajar en Caballito y caminar en trance a la facultad me cruzo con aquella amiga.
-Hey Javier, volviste a cursar!!!-
-¡¿La viste a esa putita de mierda?!- se asustó.
-Calmate un poco, yo te avisé, no pierdas los estribos por favor-
-¡¡Vos sabés dónde está, decime, daleeeee!!!-
-¡¡Soltame, me vas a lastimar el brazo!! ¡¡la campera, animal!!-
-Por favor- ya lloraba, más tranquilo.
-No la busques más, te va a agarrar una recaída...- me susurró. A esta altura se arremolinaron varios chicos a la expectativa.
-Permiso, este salame me busca a mí- entre todos los curiosos, se asomó la cabeza colorada.
-Caro, cortale el mambo- le dijo Guadalupe.
-A ver nene, a ver si entendés un poquito: nadie es dueño de esta argolla, y vos no estuviste ahí que yo sepa- trató de intimidarme y logró que todos los chusmas se rieran cuando efectivamente con su mano izquierda se agarró su zona íntima.
-Loser, quién va a querer coger con vos, si das lástima, mirá esa facha, sos una lombriz mutante-
Estallaron las risas. Ahí yo, en medio de la masa. La miré a los ojos y agaché la vista a la calle. Carolina se reía con ganas. La amiga estaba dura, intuía alguna reacción mía.
-Vamos colo, mejor rajemos de acá, yo lo conozco...-
-¿Ah, sí? No pierdas el tiempo, si es una mierdita, seguro que es puto- ya no me contuve más...
-¡¡AHORA VAS A VER QUÉ PUTO SOY!!- agarré un pedazo de baldosa floja del piso y con la otra mano la cacé de los pelos. Acá todos quisieron venirse al humo. Los gritos de Caro no hicieron otra cosa que desquiciarme.
-¡¿Por qué no gritaste así en el telo ese día?!-
-¡¡Llamen a la cana, me va a matar!!- enseguida alguien (seguro) marcó el 911. Nadie se animaba a acercarse a separarnos. Nos rodeaban azorados.
-Dale, repetí de nuevo todo-
-Pará enfermo, soltameeee!!!- cuando dijo esto le pegúe un rodillazo en la costilla. Ya no respondía por mi mismo. El grito de dolor que dio me quedó marcado de por vida.
-¡¡Por qué no dijiste que sí, maldita, lo único que quiero es amar!!- me dispuse a darle el baldosazo. Ahí me dijo todo lo que les conté al principio y no recuerdo más nada de nada. Entré en trance neurótico y no desperté quién sabe hasta cuándo.

Volví en sí alguna vez.
Jamás me dijeron cuánto tiempo estuve colgado. Al despertar me encontré rapado y encerrado en el pabellón de psicóticos peligrosos. Cuando tomé conciencia de lo que hice fue tarde. Aparentemente me darán perpetua por mi estado mental. El juez parece que me considera un tipo demasiado peligroso para andar libre. Un enfermero me dijo que pasaron unos cinco meses desde que llegué ahí.
-¿Cinco meses?-
-Das miedo macho, estuviste hecho un zombie. Comías, cagabas, meabas, hablabas en trance. ¿Recordás algo de lo que hiciste desde que llegaste?-
-Lo último que hice fue darle un cascotazo en la cabeza a Carolina-

Raro. Tengo lapsos de lucidez y parezco una persona sana y normal. En el medio sufro estos ataques de inconciencia conciente que cada vez son más frecuentes. Como esta vez maté a una persona, los médicos coinciden en que ya ni puedo soñar con andar libre por ahí. Y como encima, el fantasma de ella me persigue y hostiga todas las noches, mi salud está colgando de un hilito descosido.
Algún que otro amigo me visita. Una vez vino esta amiga de la facultad, y me pidió perdón por no cuidarme, por no hacerme entender que era un riesgo para mis delicadas neuronas una mujer así.
-No te castigues más, Guada, no la justifiques, yo no tuve que hacer lo que hice, no te disculpes de nada-
Con los años las visitas se esfumaron. Y los lapsos de lucidez son cada vez más escasos.
Hasta que un día uno de los doctores que me sigue de cerca, tuvo una idea: para que acepte la muerte de mi amada (y probar si así, los ataques neuróticos nocturnos cesan) decidió llevarme al cementerio británico... custodiado por supuesto.
Así fue que volví a visitarla. Y pude regalarle esas flores que siempre quise regalarle.

Cada tantos meses, me llevan de paseo. Y al ver la inscripción que dice "Carolina Murdoch - 1979/2004" juro que me arrepiento de ser un pobre enfermo. Aunque despotrique sin sentido.

FIN.

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