lunes, 11 de febrero de 2013

ENTERRANDO A MAMÁ (PARTE 3)

Al ver el llavero caer dentro de la boca de tormenta, pegó un grito que llamó la atención de los vecinos chismosos de todo barrio.
-Ay, viejo, esta chica quedó loca con esa Hortensia- murmuró una de las señoras más longevas de la cuadra, que la vio salir, tirar el llavero a la calle y entendió el saltito victorioso y posterior media vuelta a su casa.
-Espero que esa chica pueda ser feliz ahora, todo lo que tuvo que aguantar-
-Sí, viejo, cuántas veces la oímos llorar porque le echaba a las amigas de la puerta-

Sofía le echó lavandina pura a las plantas de la vieja. Quitó esas macetas del patio y las apiló en el fondo.
-Ahora, voy a poner todas plantas nuevas- en eso siente el teléfono que suena. Corre a la cocina a buscar su celular. Atiende. La llaman del trabajo. Trabajo que tomó igual pese a las pataletas de la madre. Trabajo que le ofreció un ex compañero del secundario que soñó con ella alguna vez, pero que hoy ya no. Conoce de su temple para atender gente insatisfecha mejor que varios.
-Che, nena, no tenés necesidad de volver ya, tomate tu tiempo para disfrutar la nueva vida-
-No, creo que con un par de días me basta, si de seguro me mude cuando pueda vender esta casa, si la vendo. Ya sabés, basta de pasado-
-Si, Sofía, ni me lo menciones, te escucho más aliviada-
-No se lo puedo decir a nadie pero sí, me alegré de que esta conchuda malparida se haya muerto-
-Entre nosotros... ¿sabías que le subió la presión y te fuiste a dar una vuelta igual?-
-Digamos que... la noté rara y la dejé sola, no quise escuchar sus insultos y me fui. Volví y estaba en el piso con la nariz largando sangre a chorros-
En estos 2 años que llevaba trabajando en la empresa de su ex compañero, entre horas y horas pudo contarle varias cosas puertas adentro. Los insultos, los gritos, las peleas, los desplantes, los novios que perdió, las amigas y amigos, todo. Que su carácter está a prueba de balas y que ningún berrinche la conmueve, que perdió parte de su vida.
-Bueno, cuando vuelvas la seguimos-
-Me salvaste la vida... chau-

Ella siempre supo que él la buscaba en esos años de final de secundaria. Los malos rumores (o no tan malos) le aconsejaban ni acercarse a la vereda. Lo hizo y fue un numerito más a la lista de echados de la casa de "la loca Hortensia". Recién cuando en una cena de egresados del secundario de hace cuatro años atrás, alguien le contó de todas las cosas que pasaba Sofía, pudo entenderla y se decidió a ubicarla sin tener que pasar por la casa. Así estuvo un año y medio hasta que lo logró. Así la convenció de trabajar en su flamante empresa como su asistente. Digo flamante porque una empresa de cinco años es lo que es: flamante.
Ese ofrecimiento fue el principio del fin de la tiranía. Ya con 34 años, era hora de hacer algo con su vida y aceptó. Se bancó los últimos atisbos de gruñidos de su madre y ésta, sintió por primera vez que la habían derrotado. Desde ese día su salud se desplomó como castillo de naipes. En 2 años, la vida le pasó factura de todo lo que sembró. Y su triste final, un derrame cerebral en la soledad absoluta.




sábado, 2 de febrero de 2013

ENTERRANDO A MAMÁ (PARTE 2)

Siempre recordaba la última conversación de sus padres en plena clínica, en plena terapia intensiva...
-Te lo voy a decir antes de callarme para siempre: no sé cómo pude casarme con vos, aguantarte estos 19 años y que Sofía sea tu hija-
-Sos un cagón, impotente ¿no te daban los huevos para decirlo? te desenchufaría el suero, inútil- Sofía le dio un beso al padre, le dijo que lo amaba al oído y se retiró llorando, insultando a la madre. Terminó demorada en la comisaría por disturbios. Cuando la soltaron y llegó a su casa, recibió la peor noticia.
En el velorio estuvieron separadas y ni se hablaron. Doña Hortensia, inmutable y resentida.
-Siempre el mismo cagón, no le daban los huevos para bancarse la vida- iban a despedir a Don Amadeo   ignorando a la viuda.
-¡¡Claro, si este hijo de puta sensiblero pensaba en los demás, como si los demás le dieran algo!!-


Mira el reloj. Nueve y cuarto.
Es su primera mañana solitaria y como tal, se siente fuera de contexto. Entrar a la cocina y no oír al insoportable de González Oro atronando las paredes. Sofía en un arrebato toma el grabador Ranser modelo 1975 y con gran estilo lo estrola contra la pared. Se caga de la risa.
-Mirá lo que hice con tu podrida radio, hija de puta. Metete a González Oro en el orto- toma una bolsa del super chino (de las que coleccionaba Hortensia por si las dudas) y junta uno por uno los pedazos. Pone la pava, camina al living y al fin prende el centro musical de su padre, apagado hace unos 12 años... sí, 12 años sin usarse. El último en usarlo fue aquel noviecito que pudo llegar a conmover al cascote viviente, como llamaba Sofía a su madre. Si no se le hubiera ocurrido prenderlo, no hubiera terminado con el palo de la escoba partido en su cabeza, con 5 puntos de recuerdo y deseándole buena suerte con su vida a Sofía.
Comprobó que funcionaba todo. Cassettera, la compactera, la radio, los discos.
-Los discos de papá, deben estar guardados todavía- fue al desván y ahí estaban, llenos de tierra y olvidados. Desempolvaba y lloraba. Beatles, Hollies, Rolling Stones, Queen, Pescado Rabioso, Sui Generis, Led Zeppelin. Mientras tomaba mate se tomó el trabajo de buscarles su lugar original en el living. Agarró todas las revistas de chismes y farándula y las despachó a la calle. Puso Una noche en la ópera y con alegría reordenó el modular.
Se sentía justiciera de darle a su padre lo que le quitaron.

Cerca del mediodía terminó. Se decidió a eliminar todo vestigio de su madre luego de almorzar.

Y cerca de las seis de la tarde, terminó de meter todas las cosas de su madre en su pieza, cerró con llave y tiró la llave.