jueves, 5 de agosto de 2010

LA TAZA DE TÉ - PARTE 5

Toda esa semana estuve perturbado. Pedí licencia por enfermedad en el laburo y me dediqué a sentarme unos diez minutos en cada plaza que se me cruzaba por mi vagar errante por la ciudad. Arranqué por los bulevares de Juan B Justo y Lope de Vega a las ocho menos cuarto de la mañana y les juro que perdí noción del tiempo y el espacio de mis pasos; recuerdo que aparecí en la Torre de los ingleses a las siete y media de la tarde con cinco hambres juntos y medio deshidratado. El sol de mayo ya no existía; la noche estaba pidiendo permiso y me metí en la primer pizzería que hallé y me bajé dos grandes de muzzarella solo y bastante pomelo.
Busqué la parada del 106 para volver a casa cuando divisé la parada del 7...
-¿Y si tomo el bondi que tomó Carolina aquella noche?- subí nomás al colectivo blanco y, por esas boludeces que me atrapan, bajé en Plaza Miserere. Me aturden los lugares demasiado transitados. Odio esa repugnante plaza. Llena de lucradores de la palabra de Dios, prostitutas latinoamericanas de toda nacionalidad, carteristas de mala muerte, obreros sudorosos y vulgares... me asfixia tanta ordinariez humana. Me paré en la parada del 19 y empecé a reírme solo de ese circo grasiento; pero justo paró un taxi y al carajo la risa: veo dos piernas demasiado familiares bajando en compañía de otras piernas nada familiares y más viriles. No me vieron. Cuando veo asomar esa cabellera volcánica a las risotadas con otro macho entré en convulsiones internas.
-No puedo, no puedo, no puedo... puta barata, puta barata, puta barata- era ella que se fue junto a su acompañante por Rivadavia, cruzaron la plaza y se metieron al cajero del Banco Nación. Nueve de la noche. Salen a los lengüetazos y Carolina que le mete la mano en la poronga. El puto de mierda que se la apoya toda (seguro es puto y seguro quiere hacerse heterosexual justo esta noche) y cruzan Catamarca y siguen hasta Urquiza. Sí, adivinaron, los seguí porque ante tanta obscenidad adelante de todos en la calle terminaba con un lujoso 69 en el primer telo de Balvanera que encuentren ¡seguro eh!.

Así fue. Casi llegando al hospital Español se metieron y me quedé como pajero enfrente. Empecé a hacerme la cabeza con las cosas que le haría a ese salame y con lo que estaría dispuesta a hacer. Seguro se la traga entera, le gusta por el culo, que le acaben en la lengua, que le metan tres dedos como el Chelo Delgado... pasaron dos chicas y al verme salieron a las corridas. Tardé en reaccionar. Miré a mi pelvis y estaba todo mojado.
-Puta que lo parió, estoy re lechoso, me tengo que ir a casa, pero esta perra me la va a pagar-
Volví a Rivadavia y en el primer bar me metí, pedí café y me fui al baño. Me limpié la guasca del calzoncillo, del pantalón y busqué la primera parada de cualquier colectivo que me lleve a Liniers al menos. Pasó un 2 y lo tomé.
Ya en casa estallé de furia. Pero a las 3 horas de crisis nerviosa, me senté en la mesa y tomé un cuaderno; de a poco comencé a bocetar la manera de hacerle pagar a esta yegua haberme enloquecido por un pelo de concha.

Recordé tener un primo policía. Lo llamé y acordé ir a visitar a su familia el siguiente domingo.
-Me hago el boludo, le afano un chumbo y chau colorada-