sábado, 16 de octubre de 2010

MARIPOSA DE UNA MAÑANA - PARTE 1

Hubiera querido que suceda de otra manera o en otro momento de mi vida. En otro contexto. No. El maldito destino del orto quiso que suceda ahora, no cuando yo quise, sino cuando a ÉL se le dio la gana.
-Hola ¿ya me estás esperando? Se atrasó el colectivo, bancame diez minutos que ya llego, el tránsito está endiablado-
-Dale ¿te pido algo?-
-Cuando llego pido yo, gracias por la atención- este encuentro se está produciendo demasiado tarde; ahora que la historia con ella es historia juzgada (no con quien me voy a encontrar: no se abalancen, ya sigo) al fin me encuentro con la silenciosa espectadora de mi silencio cobarde y tormentoso.
Me trae a la realidad una ambulancia en plena carrera loca. Miro a la esquina y se detiene el 141; ahí baja ella, acelera el paso y me reconoce entre los pocos parroquianos.
-Chris, cómo estás tanto tiempo perdido!!! Dame un abrazo-
-Hola Moni, te extrañé tanto...- nos abrazamos. Me mira a los ojos sabiendo todo.
-Sos un tarado Chris ¿por qué te quedaste callado? estaba todo bien entre ustedes y la embarraste feo-
-Me dí cuenta tarde de lo que sentía-
-¿Tarde? ¿estás hablando en serio?- ya nos sentamos, acomodamos, Mónica pidió Pepsi, apagamos los celulares para que no interrumpan y quedamos cara a cara.
-Sabía lo que me pasaba, pero fue más fuerte de lo que pensé. Estoy destruido flaca, ya no hay más nada que hacer- agaché la mirada.
-No Chris, ante la muerte no hay más que hacer, para lo demás siempre hay algo-

Recuerdo esa noche. Estaba fastidiado del griterío del aula. Me sentía encerrado en un nido de cotorras. El profesor ya tendría que estar dando la primera clase. Y apareció sin decir palabra. Ese silencio retumbó más que todos los murmuros juntos. Se acomodó no muy lejos mío. ¿Me habrá visto?
-Uhhhh, mirá qué hermosa rubia nene, es una muñeca- me dije. Su carita transmitía tanta seguridad y sus ojos emanaban una energía extrañamente contagiosa, la delicadez de sus movimientos: delicadez y firmeza, qué equilibrio. Pasé toda esa semana colgado con esa chica, y para mi cotidianeidad, la imaginaba inalcanzable.
-Una mina así jamás se fijaría en un mamarracho como yo, tiene todo lo que me gusta del sexo femenino. Y porque tiene todo, no tengo nada para ofrecerle- ¡vaya optimismo!

-No flaca, en este caso no hay retorno. Ella eligió y yo perdí-
-Chris, por favor, basta de pensar así. Cuando hablamos anoche por celular, te juro que dijiste exactamente lo que esperaba que digas de Anto. Pero al mismo tiempo, que lo hayas dicho me sorprendió. No solo por lo que sentís por ella, sino por cómo lo dijiste-
-Es como digo, todos se daban cuenta, ya no podía seguir haciéndome el boludo-
-¡Si te hubieras visto a un espejo cada vez que estaban juntos! te brillaban los ojitos-
-Soy realmente idiota...-
-No te culpes, cualquier hombre se enamoraría enseguida de Anto con conocerla un poquito-
-Como yo...-

Esas primeras clases me distraje un poco. La miraba prestar atención y volaba. En lo único que pensaba era en tomar valor para acercarme y hablarle. Pero me frenaba. Y nada. Clase a clase siempre lo mismo. Una vez, llegué tempranísimo. Me senté en la entrada a esperar a que termine la clase anterior, me acomodé en el piso y saqué el libro que estaba leyendo en esos días para avanzarlo un poco (un autor brasileño, es lo que recuerdo) cuando la vi llegar. Le presté atención un poco más. Ahí descubrí que se trata de una mujer sencillita. Y que físicamente no está naaada mal. Se quedó parada muy cerca mío. Se acercó una compañera y se pusieron a hablar de bueyes perdidos cuando no sé por qué dijo su nombre.
-Ah, yo me llamo Antonella-

No hay comentarios:

Publicar un comentario