sábado, 27 de junio de 2009

OSCURIDAD ESQUINA LUZ

Viernes, es de noche: es un decir, el reloj me rectifica y me reubica en madrugada de sábado. Son casi las dos y por esta calle no pasa nadie. Por esta otra no pasa nadie.
Por esta esquina no se ve un alma.
Acabo un cigarrillo y busco inconcientemente otro. Veo mi Chesterfield Box y cuento... cinco puchos
-Quizás para esta noche me alcancen- pienso.
Me siento en el cordón y lo prendo. Otro cigarrillo más. Un leve viento me despeina apenas pero me da chuchos. Tuve que traer el otro pullover, éste es para media estación, pero lo uso porque es más coqueto y porque es mi preferido.
Prefiero soportar el frío.
Total, más frío que por acá adentro, imposible.
Pasa un perro husmeando bolsas; algunos gatos en celo, perfumando el barrio. No me detuve en el barrio. Es lindo, es tranquilo, me tienta mudarme para acá. Es lindo en serio Floresta. Chalecitos, árboles, paz, las calles de tierra son de la época del virreinato, pocos edificios.
Prefiero esto a Palermo. Incluso a Caballito.
Dos y diez. Pasa un 53 para La Boca a todo trapo. Sigo sentado en el cordón petrificado.
El Chester llegó a la mitad.
Quisiera caminar y alejarme para no volver nunca más. Quisiera odiar a este barrio del orto,  a su gente, sus perros muertos de hambre, sus gatos alzados, sus calles sin vida, sus árboles de plástico.
Quisiera odiar todo.
Y odiarme a mí.
Mas bien, desaparecer corriendo esta misma noche. Noche despejada pero sin estrellas.

Se ve como una luz. La de la puerta de su casa.

Casi un símbolo para mí: la única luz que en este último tiempo alumbró mi vida. SU LUZ. Algo difusa pero luz en fin.
Esa misma luz que necesito otra vez, como quien necesita vida para vivirla; esa luz que se hizo arco iris en mi alma, aura en mi corazón y guía para mis ojos...
Me paro. Avanzo seis pasos y me detengo en el centro mismo de la esquina.
-¿Qué carajo estoy haciendo?- pienso en voz alta. Me muero por ir a buscarla. Por sentir su vida en mis brazos. por confiar mi vida a sus manos. Todo es vano.
Y este "TE AMO" se pudrirá en algún rincón de mi existencia; hasta que un día, pueda encontrarme muerto y ya sin sufrimientos.
Dos y media. Mejor me voy. Tiro el ramo de flores al pie del arbol éste (de plástico), lo mea un gato alzado, mientras pateo hasta Juan B. Justo.

¿Andará el 34?

(Octubre de 1999)

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